martes, 13 de septiembre de 2011

Retrospectiva

Un hombre se halla recostado en una cama de hospital, en el silencio, conectado a un montón de cables y manguerillas. El horario de visitas terminó hace apenas unos minutos. Vió a su esposa, a sus hijos y a sus nietos, y le han dicho que su viejo perro aún no se ha movido de la puerta del hospital. El hombre llora en silencio.
Entra un enfermero joven, de rostro bonachón, que ha venido ya varias veces en los últimos días, y chequea algunas cosas en las máquinas unidas a aquél hombre. Lo mira a la cara y ve los ojos vidriosos.
- Está llorando - dice- ¿siente dolor?
- Si...- responde el hombre- pero no es por lo que lloro.
-¿Y entonces por qué?
- Porque no me gustan las despedidas, nunca me han gustado.
-¿Y de qué se despide?
- De mi vida... siento que es tiempo, siento cómo me alejo..
-¿De qué se despide? - reitera el enfermero, como si buscara otra respuesta.
- ¡Ah, mi vida....! Me despido de mis tardes de niño robando nísperos a la hora de la siesta; me despido de mis confidencias de adolescente; del olor a condimento en la cocina de mi casa natal;  de mis padres en el jardín, de mis hijos, los niños a los que he dedicado todo, y a mis hijos los hombres en que se han convertido, dando sentido a lo que he sido; de mis nietos que  me han hecho vivir la infancia de nuevo, de las manos de mi esposa...
-¿Le puedo hacer otra pregunta? - el hombre  le sonríe como respuesta - ¿Qué cree que sucede con los recuerdos cuando nos vamos?
- Los recuerdos no se pierden nunca, si uno se afana en que así sea. He visto mil amaneceres con mi mujer, he olido hierba recién cortada con mis niños, he remendado ropas de joven a causa de peleas, y he robado más de un beso. He vuelto apestando a tabaco y café con mis amigos, he hablado a mis nietos de la luna y del viento de mar...Todavía huelo las páginas de mi libro preferido, siento los brazos que me rodean el cuello en los reencuentros, oigo los acordes de las canciones que han acompañado mis viajes y aun rio al recordar las bienvenidas de mi perro cada mediodía. Y todo, todo lo he compartido. Todo será recordado por alguien más.
-Pero aún deja caer lágrimas...
- Son las que me he guardado para la última despedida. He gastado lágrimas y carcajadas sin reparo. No he ahorrado nada. Por eso estoy seguro de que son las últimas.
- ¿ Qué siente, ahora mismo?
El hombre mira a los ojos al enfermero...hay algo en él...
- No estoy seguro - responde - ya le he dicho, las despedidas me ponen triste, siempre ha sido así. Pero estoy tranquilo, he tenido una vida bien vivida, lo he hecho lo mejor que pude, dejo un mundo una pizca mejor de lo que era, porque mis hijos y nietos están en él y son buenas personas. Sólo espero que mi esposa recuerde darse tiempo de ver el cielo cada noche, para que no se sienta sola..
- ¿ Tiene miedo?
El hombre vuelve a mirarlo. Cree saber quién es. Luego de un rato habla.
- ¿Debería?
- En absoluto.
- ¿Es hora?
- ¿Tiene algo más por hacer?
- Este viejo ya ha dado todo lo que tenía en vida, amigo mío.
- Eso es bueno, pero ¿se ha quedado con algo?
- Con la satisfacción de haber vivido. ¿Es hora?



El ángel toma de la mano al  hombre y juntos salen de la sala.
Afuera, un viejo perro se despierta al oír su nombre, y se va, porque su dueño ha vuelto por él....

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