jueves, 2 de octubre de 2014

No se culpe a nadie

Te dije, te pedí, te conté,
te leí, te hablé, te mostré.
te llevé, te volé, te amé,
te odié, te busqué, te dejé.

Ahí vos,
siempre vos,
demandado, amado, exigido,
buscado, invadido, querido.

Ahí vos,
siempre vos,
mirándome, queriéndome,
contándome, calmándome.

Acá yo,
siempre yo,
excedida, obstinada, amante,
llorosa, ambigua, apremiante.

Con ser mi salvador,
mi mitad, mi amigo;
mi reflejo, mi consejo,
mi peor enemigo.

Con ser el que te inventé,
cuando te dije que cambiaste,
con ser el que desterré y extrañé,
con todo eso cargaste.

Te acusé, te regalé, te reí,
te cuidé, te maté, te mentí,
te rogué, te miré, te sentí.
Todo quisiste, todo dijiste que sí.

No sé cómo quise que me quieras,
debí déjate hacerlo como pudieras.
Con esto de creer ser mitades,
terminé con nuestras libertades.

Ni razón, ni olvido, ni delito
ni nunca, ni temprano, ni tarde;
ni vos, ni yo, ni el maldito destino,
en realidad no se culpe a nadie.

Ni al final, ni al principio,
sin palabras que falten
o silencios que sobren,
y para definirlo del modo más torpe,

te quiero, te agradezco, te absuelvo,
algo triste, algo contenta, un poco en paz conmigo,
te extraño, te pienso, mi cielo;
te quiero para siempre, mi motivo, mi amigo.

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