Hoy tengo la imaginación atascada. No puedo imaginarme nada más, si tengo la mente así de ocupada. Está repleta de vos, y las ideas son el alfiler que ya no entra en el salón.
Intento crear una buena historia, de las que emocionan, y de las que los demás se apropian. Trato de pensar un título atrapante. Pero sólo me viene a la cabeza, a las manos, a los labios, tu nombre. Lo escribo, así por lo menos los demás recuerdos tienen algo más de espacio para estirar las alas.
Quiero empezar por el principio. Un principio que de idea de incierto, de expectante, de súbito, de que todo puede pasar, como fue el día en que me fijé en vos por primera vez. Era de tarde, y había sido un lunes, o capaz un jueves, bastante blanco, tonto. O negro, aburrido. O mejor gris, el caso es que no recuerdo nada más, hasta que te ví. Iba yo saliendo, andando, o a lo mejor volviendo, y cerca estabas hablando, o discutiendo, o tratando de explicar algo, porque hacías esos gestos con las manos, como cuando tenés tantas cosas para decir, que las palabras se te amontonan en la garganta, y agitás los brazos para darles un empujón. Te miré porque te escuché, y me sorprendiste. En el medio del enjambre de argumentos y aspavientos, me dedicaste una mirada y un hola, que fueron la primera pincelada de color, de tantas que me regalarías.
Pero quiero ahora inventar los personajes. Para una buena historia, tengo que tener buenos personajes. Interesantes. Inteligentes. Independientes. Complicados. Llenos de vida. Pero así sólo puedo describirte a vos, aunque resulte difícil creer que tantas cosas quepan en una persona.
Eso es lo que pensé cuando empecé a conocerte. Porque todo lo que recuerdo vuelve a ser gris, hasta el día en que te ví acercarte, y esta vez el gesto de saludo con la mano era para mí. Y la sonrisa también. Ese día, y los que sigueron, ya no eran más grises, eran pinceladas distintas, del color de los sueños cuando me hablabas de tener ilusiones, del color del cielo,cuando te contaba los primeros secretos, del color de tus ojos cuando decías mi nombre, y de los míos cuando me hacías reír.
Quizás debiera pensar en el marco de la historia que quiero escribir. Para que quien la lea pueda transportarse a vivirla. Lugares, situaciones que mis personajes recorran.
Cierro los ojos para imaginar, sin embargo, sólo puedo ver tras mis párpados las mañanas tibias de sol dorado que cayendo en tu pelo te hacen ver como si fueras de otra época, atemporal, y me encanta. O cuando llueve y me decís que no trate de esquivarla, que nos mojemos, porque la lluvia no es agua, la lluvia son deseos que si tocan la piel se hacen realidad, y yo te creo. O cuando es de noche, y puede haber mil estrellas, pero quedan opacas si me decís te quiero, y yo te quiero.
Quisiera lograr un nudo en mi historia. Es aquí donde debería surgir un conflicto para que la tensión narrativa llegue a su punto cúlmine, para que el hilo de la historia se enriede, para luego poder desatarlo.
En cambio, por más que quiera anudar las cosas, ahora ya no puedo, porque una vez me dijiste que la vida es como el mar, calma y celeste, o negra y embravecida, que lo que nos resta es aprender a nadar entre las aguas de opciones hasta encontrar la isla de la decisión, surfear las olas confusas, y tratar de flotar en calma. Que me quede tranquila, que vos siempre estarás en la orilla.
Este punto es donde todo debería aclararse. Llevo tanto tiempo pensandote, que ahora todo lo que imagino te evoca, y si pienso en el rostro de mis personajes, sólo veo las pestañas que ocultan tus ojos antes de echarte a soñar, o de besarme. Y si pienso en la voz de mis personajes, oigo sólo tu canto que para mí es el sonido que debería tener el mundo. Y si pienso en lo que sienten, sólo siento lo que siento yo cuando tus manos blancas y suaves no me dejan ir.
Quizás aún pueda escribir un fin. Y pienso en que si los personajes han dejado todo de sí, puede ser un final feliz. O puede que sea un final triste, si no han llegado ellos a mirarte como te miro, a quererte como te quiero, a admirarte como te admiro.
O puede que no haya final, porque es lo que yo desearía si fuera la protagonista de una historia con vos. Porque no puede acabar la canción que cantás al hablar, no puede terminar el baile con el que me enseñaste a volar.
Hoy tengo la imaginación atascada. Quise inventar una historia, pero sólo puedo pensar en la nuestra.
Hoy tengo la imaginación atascada, y no pude pensar en otros pasados que no fueran los que hemos trazado, ni en otros futuros que no sean los que vendrán con vos si estás a mi lado, luego de este punto.
No soy solo esta colección de actos cotidianos, soy esto que escribo también...Por favor quiérame. (A.Dolina)
sábado, 26 de mayo de 2012
martes, 1 de mayo de 2012
Un abrazo
Hoy es un día de esos.
Esos en que el amor duele,
en que la risa muere
por las pestañas resbala
mi corazón hecho agua.
Un día de esos
hasta lo que está bien está mal
lo mal va a peor,
me arden los ojos
y se endurece la voz.
No necesito una broma,
No necesito que me aconsejes,
ni que me entiendas
ni que me expliques.
No me enojo si te vas,
no importa si te quedás,
No quiero que te sientas igual,
ni hace falta que te importe.
No cantes, no recites,
ni me regales una flor,
No me importa si dejás entrar el sol,
O si afuera el mundo se durmió,
No me cuentes tu historia,
No escuches la mía,
No escribas una canción
Sobre esta pena fría.
Sin lágrimas, sin empatía,
sin gracias, sin perdón,
Sin recuerdos, ni moralejas,
ni palabras de algodón.
No digas que va a cambiar,
o que va a ir mejor,
No endulces los oidos
con tu voz de miel,
No evitarás que el viento
me deshaga en jirones de piel.
No digas
No pienses,
No trates,
No hagas.
No hables.
Una sola cosa puede servir
Sólo algo puede hacerme sentir
que sigo en el mundo
que vivo a cada segundo.
Que tengo el alma herida
pero que sigo con vida.
Porque desvanezco,
no enfrento las sombras,
pronto no habrá nada.
No quedarán de mí
más que pedazos,
Hasta que, por favor,
Me des un abrazo.
Esos en que el amor duele,
en que la risa muere
por las pestañas resbala
mi corazón hecho agua.
Un día de esos
hasta lo que está bien está mal
lo mal va a peor,
me arden los ojos
y se endurece la voz.
No necesito una broma,
No necesito que me aconsejes,
ni que me entiendas
ni que me expliques.
No me enojo si te vas,
no importa si te quedás,
No quiero que te sientas igual,
ni hace falta que te importe.
No cantes, no recites,
ni me regales una flor,
No me importa si dejás entrar el sol,
O si afuera el mundo se durmió,
No me cuentes tu historia,
No escuches la mía,
No escribas una canción
Sobre esta pena fría.
Sin lágrimas, sin empatía,
sin gracias, sin perdón,
Sin recuerdos, ni moralejas,
ni palabras de algodón.
No digas que va a cambiar,
o que va a ir mejor,
No endulces los oidos
con tu voz de miel,
No evitarás que el viento
me deshaga en jirones de piel.
No digas
No trates,
No hagas.
No hables.
Una sola cosa puede servir
Sólo algo puede hacerme sentir
que sigo en el mundo
que vivo a cada segundo.
Que tengo el alma herida
pero que sigo con vida.
Porque desvanezco,
no enfrento las sombras,
pronto no habrá nada.
No quedarán de mí
más que pedazos,
Hasta que, por favor,
Me des un abrazo.
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